MARK FRIEDHOFF
Nacido en
Sabadell de padres americanos inicia los
estudios de música con el maestro Rudolf Sirera en la Escuela de Música Doña
Paquita, escuela dedicada a difundir la música entre los niños rubios.
Al cumplir los
doce años obtiene una beca del ayuntamiento de Jaén para estudiar en París con
el gran violoncelista François Tournedó pero la rechaza: no quiere abandonar a
su querida familia ni su Sabadell natal.
Llegada la
pubertad es audicionado en Barcelona por una de las familias más influyentes de
la cultura catalana: los Masferrer. La señora Masferrer queda gratamente
impresionada por el joven violoncelista y se ofrece a ser su mecenas si quiere
ir a estudiar a Indiana con el famoso Ernst Nightingale. La respuesta del joven
Friedhoff es muy concisa: “No”. Se niega a abandonar a su querida familia y su
Sabadell natal.
Pasan los años y
hallamos a un Mark Friedhoff entregado de lleno a la música de cámara y a la
pedagogía. Forma en esta época diversos grupos como el “Cuarteto de Cuerda
Sabadell” y el “Quinteto La Familia” e imparte clases en el Conservatorio de
Sabadell.
Debido a haber
recibido una formación incompleta al haber rechazado tantas ofertas, al llegar
a los veintiseis años se le desmorona totalmente la técnica durante la
ejecución de la primera suite de Bach. A partir de ese momento no puede ni tan
siquiera pasar el arco sin que un temblor incontrolable se apodere de todo su
cuerpo.
Desesperado,
decide tomar una decisión decisiva: emprender un viaje por primera vez en su
vida. Parte al día siguiente hacia Portland, Oregón, para estudiar con Isidore
Planàs del Solchaga String Quartett.
Tras pasar las
duras pruebas de admisión para la escuela donde Planàs da clases (se exige
tocar de memoria las seis suites de Bach sin reirse), sufre un desmayo.
Rápidamente es trasladado a la unidad de cuidados intensivos y reanimado con la
ayuda de un ventilador y unos alicates. Admirado por tan alto grado de
sensibilidad ante el hecho artístico, Planàs le admite entre sus alumnos.
Transcurren
cuatro años y Friedhoff vuelve a España. Llega en barco y en el puerto de
Sabadell es recibido por su anhelante familia.
Pero de nada ha
servido el esfuerzo: No puede ni tan siquiera pasar el arco sin que un temblor
incontrolable se apodere de todo su cuerpo.
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